La alegría muda de Mario

Hoy, 31 de mayo de 2011, día en el que se empieza a publicar este blog, soy más feliz que hace un año. Mi niño Mario tiene autismo pero mirarle a los ojos cada mañana es una bendición.



viernes, 29 de julio de 2011

El entusiasmo


Mi entusiasmo mientras hacemos el trabajo estructurado en la mesa con Mario es fundamental para mantener su atención y su ilusión por aprender. Como todas las mañanas este verano, hacia las nueve empezamos la terapia. Todos los días es lo mismo y la rutina hace que todos los días lo haga al final con un poco de prisa, mientras vigilo que la petite no se coma las piezas del puzle de Dora, que Mario no se haga pipí y que se concentre en los juegos y en el trabajo que estamos haciendo.

Mi entusiasmo cuando hace algo bien ha ido disminuyendo y ayer me di cuenta de que la terapia se ha convertido casi en una carrera contra reloj para hacer todos los juegos (cuando lo que importa es la calidad y no la cantidad) y acabar a tiempo para llegar antes de las diez al campamento. Y me di cuenta mientras hacíamos el juego de encajar las letras, que es el que menos le gusta a Mario. Ya hace unos días que Mario no me hace mucho caso en ese juego, se pone la letra x en la cabeza, la inclina para dejar que la letra caiga y me mira para ver mi reacción. Todo menos colocar la letra en su sitio. Así que él ya me iba diciendo que se aburría y que quería más emoción y yo sin enterarme.

Hasta que ayer, cuando una de las veces que le pedí una letra, creo que la w, me la dio correctamente, subí  los brazos en señal de celebración, riéndome y él sonrió también y continuó el juego acabando letra por letra, mientras yo mantenía, celebraba y elevaba el nivel de entusiasmo ante sus aciertos. Hoy he probado lo mismo y el resultado ha sido sonrisa por su parte y hacer íntegro el juego sin quejarse.

Igual que para los adultos una sonrisa, un ¡ánimo! o el reconocimiento social nos reafirma y nos impulsa a seguir el camino cuando estamos decaídos o la mochila en la espalda pesa mucho, un niño con autismo, cuando tiene que aprender algo, necesita nuestro ánimo y entusiasmo para avanzar. Y si el niño no tiene autismo, igualmente creo que le hace falta ese entusiasmo.

Si queremos criar y educar niños con alta autoestima y con capacidad de asimilar cosas nuevas, busquemos y mantengamos la mirada del niño y recompensemos con una gran sonrisa y un grito de júbilo su esfuerzo, que esa corriente de energía positiva y de alegría el niño nos la devolverá multiplicada.

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